Bagan fue la capital del antiguo imperio de Pagan. Se desarrolló principalmente entre los siglos XI al XIV, llegando a tener alrededor de 4.000 templos y estupas.

Al estar en zona sísmica ha sido muy afectado, sobre todo por un terremoto en el año 1975 que destruyó o daño un importante número de templos. En el año 2016 otro terremoto vino a aumentar el deterioro de algunos templos.

Hoy día se cree que hay aún, más de 2.000 en pié.

A pesar de los daños que ha sufrido, lo que hemos visto nos ha dejado muy impresionados. Sin lugar a dudas es una de las grandes maravillas que existen en el mundo, y esperamos que pronto sea declarado Patrimonio de la Humanidad, para que su conservación y restauración se ajuste a lo más real posible.

Para poder acceder a Bagan, todos los turistas extranjeros tienen que pagar una tasa de entrada, que en este momento son unos 16€. Si se viaja en autobús, este para en un control, subiendo una persona que te cobra.

Para visitar todo el complejo arqueológico hay varias formas de hacerlo: en coche de caballos, en bici o en moto eléctrica.

Nosotros elegimos la última opción, que te permite más libertad, y no sufres pedaleando con mas de 35 grados de temperatura.

También se puede ver desde el aire en globo, al amanecer, pero el precio nos pareció excesivo, 340 dólares por persona, para un vuelo de poco más de una hora.

Es imposible enumerar los templos que vimos, ya que al mirar a cualquier lado, allí había uno.

En algunos de los templos, aún se conservan pinturas en sus paredes.

Los monjes también echan la siesta.

La pagoda Shwezigon, fuera de la zona antigua, es motivo de peregrinación por parte de los fieles budistas.

En Bagan a parte de su belleza histórica, vemos también una ciudad en la que su gente hace su vida cotidiana, en la calle, en sus humildes viviendas, pero como estamos observando en este país, con una gran amabilidad y simpatía hacia nosotros.