Viajamos en un autobús nocturno, bastante cómodo, desde Bagan hasta la ciudad de Nyaungshwe, cabecera del Lago Inle.

Llegamos a nuestro hotel a las 5 de la madrugada, y la amabilidad de esta gente hace que nos den la habitación a esa hora sin tenerla contratada.

Este lago se encuentra en el estado de Shan, el mayor en extensión de Myanmar, donde es mayoritaria la etnia del mismo nombre.

Este estado ha estado en conflicto armado con el ejército birmano desde hace varias décadas, aunque ahora parece que han firmado un alto el fuego. Algunas zonas están cerradas a los extranjeros, pero no el lago Inle, que es uno de los principales atractivos del país.

Este lago destaca por los poblados que se asientan sobre él, por las gentes que lo habitan, por su forma de vida.

Uno de los días hemos recorrido parte del lago en bici, y otro en un bote que hemos contratado en el hotel.

El lago tiene una gran actividad, se cultivan verduras, flores, se pesca, se transporta todo tipo de mercancías y de personas. Alrededor de él, viven unas 300.000 personas.

A las orillas del lago hay algunas pagodas muy interesantes.

Y personas que hacen su vida cotidiana.

El lago Inle es como una fantasía, como un cuento.

El turismo masivo lo cambiará, pero es lo que tiene la globalización, para lo bueno y para lo malo.